lunes, 18 de mayo de 2009

El culto a los muertos.

Hay dos formas por las cuales nosotros los seres humanos pecamos o cometemos errores, una es por desconocimiento y la otra es por necedad. Ambas traen consecuencias pero no iguales, nosotros mismos lo vemos y lo hacemos con los hijos mientras los educamos e intruimos de niños, no le propinamos la misma penitencia o reprensión a un hijo que hace una travesura por desconocimiento que al que la hace con conocimiento de causa o ya advertido.

Dios actúa igualmente con el hombre mientras lo instruye espiritualmente, Dios no va a corregir más severamente a quien comete un pecado por desconocimiento, que al que lo hace ya con conocimiento de causa. Desde que el hombre es hombre, Dios conociendo que había puesto en su alma el culto y la adoración entre sus programas internos del corazón, le mostró que no se debía siquiera comunicar con los muertos, mucho menos adorarlos o venerarlos (vea Levítico 20:27). Es mas, en dicha declaración, Dios emite, además de la prohibición una condenación... su sangre caerá sobre ellos y morirán. Y más de uno pensará, yo los adoro o los venero y aún no he muerto.

El culto a los muertos es evocar a cualquier persona que nos haya antecedido sea ésta familiar, amigo, conocido, o persona justa cualquiera que ésta haya sido. Toda evocación de persona ya fallecida para adorarla es pecado, salvo la persona de Jesucristo puesto que EL ya resucitó. Nos cuesta creer que ésta declaración es verdadera, pero Jesús mismo nos dijo en una ocasión: "dejad que los muertos entierren a sus muertos" (vea Lucas 9:60). Para el Hijo de Dios, todo aquél que no lo acepta a EL como su salvador, todo aquél que no lo adora, es una persona que come, que mira, que oye, que camina pero que está muerta. Y todo aquél que adora a un muerto también está muerto delante de Dios.